En una sincera entrevista con EntreMúsicos, Jesús, músico de Cobeja con décadas de experiencia en orquestas y bandas de covers, desgranó su inusual camino en el mundo de la música. Desde sus inicios tardíos hasta liderar el proyecto Fitipaldix, Jesús reivindica la autenticidad del directo, el valor de la formación y el poder de la música que «te llena».
Los Orígenes: De la Bandurria al Pop-Rock de los 80
La aventura musical de Jesús comenzó a los 14 o 15 años en su natal Cobeja, cuando un profesor local intentó formar una Rondalla. Su primer instrumento fue una bandurria, que pronto cambió por la guitarra.
Su verdadera vocación despertó con el auge de la televisión y la Movida Madrileña en los años 80, donde descubrió los grupos que tocaban con guitarras eléctricas:
«Yo veía mucha tele, había programas como Tocata… y ahí salían pues muchos grupos con guitarras eléctricas… y yo dije: ‘esto hay que cambiar el chip’».
Así, influenciado por bandas como Loquillo o Los Secretos, abandonó los instrumentos de cuerda clásicos para dedicarse al rock y el pop.
La Dureza de la Orquesta: De ‘Barro’ a ‘Delta’
Jesús formó su primer grupo, Barro, junto a su compañero Lorenzo. Siendo aún muy jóvenes, se lanzaron a lo grande, invirtiendo cinco millones de pesetas (de la época) en un equipo de sonido y un furgón para poder girar.
Esta etapa, que evolucionó hasta convertirse en la orquesta Delta, supuso una escuela de compromiso y sacrificio:
- Paliza Constante: El trabajo era extenuante: cargar, descargar, montar y desmontar un equipo pesado después de varias horas de actuación, para luego «carretera y manta» a casa.
- Compaginar Vida y Escena: Jesús confiesa que llevar esta vida con una familia es complicado, por lo que tuvo que buscar un trabajo que le permitiera flexibilidad para seguir tocando.
- Decisión Familiar: En 2001, con el nacimiento de su primer hijo, decidió dejar el circuito más intenso para dedicarse a bolos más cómodos y locales.
El Renacer con Fitipaldix: Música que «Llena»
Tras una etapa tocando en bodas, Jesús decidió volver al circuito de bandas de versiones. Creó Tseven y, finalmente, Fitipaldix, un tributo a Fito & Fitipaldis.
La elección no fue casualidad; la música de Fito era la que le gustaba y con la que se sentía cómodo vocalmente. Sobre el debate entre grupos originales y tributos, Jesús es claro:
«El público es lo que pide. Si por ejemplo te gusta Fito y Fito no va a hacer gira hasta dentro de 3 años… voy a ver las canciones que este tío [el tributo] a mí me encanta».
Para él, el éxito reside en la seguridad que ofrece la banda. Por eso, se rodea de músicos de alto nivel, como Diego Sánchez (saxofonista de carrera) o Rafa Martínez (guitarrista profesional), quienes le proporcionan una base sólida.
La Esencia Perdida del Directo
Jesús se define como un músico de la «vieja escuela». Disfruta de la improvisación y de hablar con la gente, algo que critica de las grandes orquestas actuales:
«Ahora es un espectáculo… mucho show, mucha pantalla, mucho espectáculo, pero musicalmente no estoy disfrutando».
Según él, la esencia del directo se pierde cuando las orquestas se vuelven demasiado estructuradas, secuenciadas y centradas en la coreografía, donde los músicos quedan relegados a un segundo plano.
Su consejo para los jóvenes músicos se basa en su propia experiencia: disfrutar, tener paciencia y no cansarse de aprender, porque «la música es un mundo» que exige constante dedicación.




